LA PRINCESA MARA
La primavera llegaba y con ella, las enormes y bellas
flores que florecían. Desde lo lejos se divisaba aquel precioso paisaje, un
pequeño pueblo, con casas bajas, donde a la izquierda podíamos ver la enorme
torre con una ventana a lo alto de ella.
Allí
se encontraba la princesa Mara, una bellísima princesa de la que el pueblo
estaba orgullosa, todas las calles estaban adornadas con su rostro, sintiéndose
orgullosos, que la verdad es de lo único que podían presumir ya que era un
pueblo que sólo se dedicaba al campo.
Un
apuesto joven, alto, de pelo moreno, piel blanca y muy delgado vino a
conquistarla, tras estar unos minutos dentro de palacio se dio cuenta de que no
sabía hacer nada, a pesar de que fuera muy bella, cosa que no se podía negar.
El
pueblo no se creía aquello, así que anunciaron por todo el pueblo y los de
alrededor, a jóvenes que quisieran conquistar a la princesa Mara, para ello
cada uno de los miembros que se presentaran para conquistarla tenían que tener
unas características anunciadas en los carteles de los pueblos.
Tras
pocos días, se abrieron las puertas del palacio para que la princesa Mara
conociese uno por uno a aquellos jóvenes, pero todos los que la habían conocido
decían:
- Es una preciosa y
bella mujer, pero es incapaz de hacer nada.
La
gente del pueblo se reunió al ver lo que estaba ocurriendo, cuando de repente
saltó una voz diciendo:
- ¿No os dais
cuenta que nuestra princesa no sabe hacer nada?- dijo una anciana con un
rostro muy castigado
- Mirate, ¿Quién
eres tú? No debes hablar así de nuestra princesa, ella es bella, todo lo
contrario a ti.- respondió el alcalde, a lo que los demás asintieron dándole la
razón a este
-
Yo se hacer cosas,
pese a mi rostro tan castigado y lleno de arrugas
Mientras
se mantenía esta conversación, a lo lejos, se acercaba alguien...¡¡¡Era la
princesa!!!.
Cuando
esta se acercó confeso que la anciana tenía razón, no sabía hacer nada por que
siempre la habían servido la gente del pueblo y que ser bella no era todo,
decía escapándosele alguna que otra lágrima por aquellos preciosos ojos.
La
gente lo comprendía, pero no era fácil aceptarlo, todos tenían cara de tristeza
hasta que unos segundos después al alcalde se le ocurrió la genial idea de
enseñarla a trabajar y aprender a hacer cosas con la gente del pueblo. Cada
semana tenía una tarea, un trabajo, y así poco a poco aprendería a hacer varias
cosas, ella estaba encantada y dispuesta a hacerlo, así que con los días
aprendió a hacer un montón de cosas.
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